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BEATRIZ LLEDÓ | VALENCIA.
Desde el rincón en el que resguardan, en plena zona universitaria, Vicente y Betsabeth ven pasar un tranvía tras otro. Paradojas de la vida, se conocieron gracias a uno de esos convoyes, cuando este valenciano de 51 años ayudó a una chica postrada en una silla de ruedas a subir a un vagón. Hoy están casados aunque viven un «infierno» que nunca imaginaron en aquel momento. Están en la calle desde hace más de dos años y en septiembre nacerá su primer hijo.
Betsabeth, de 35 años y origen venezolano, es abogada y ha cursado un máster en Estudios Internacionales. Ahora acude con asiduidad a la universidad para terminar su tesina sobre derecho mercantil, que tiene que defender en junio. Sólo tres meses después nacerá su bebé. «Necesito dejar la calle antes de que nazca. Tengo pánico de que los servicios sociales me lo quiten si no encuentro antes un techo», implora la mujer, con una discapacidad de más del 80%.
La pesadilla comenzó el 3 de febrero de 2009. Aquel día tuvieron que abandonar su casa de Benimaclet. Vicente estaba sin trabajo y ya no podían seguir pagando el alquiler. Durante seis meses se refugiaron en diferentes cajeros para pasar las noches hasta que optaron por instalarse en un lugar fijo. Desde hace año y medio sobreviven entre mastodónticos edificios universitarios entre la Politècnica y el Campus de Tarongers.
Junto a dos bancos, rodeados de un minúsculo jardín, con sus escasas pertenencias y el tranvía de fondo, despiertan cada día con la ilusión de que sea el último en la calle. «Desplegamos una tienda de campaña por la noche y la quitamos por la mañana para no molestar a nadie», explica Vicente. Para que su mujer pueda entrar, tiene que tumbarla en el suelo y arrastrarla hasta el interior.
El matrimonio se queja de que en todo este tiempo durmiendo a la intemperie ninguna institución les ha tendido la mano. «En los servicios sociales de Benimaclet nos dijeron que teníamos derecho a percibir una ayuda de emergencia. Tras dos meses y medio de papeleos, nos respondieron que el presupuesto se había agotado y que la volviéramos a pedir al año siguiente», denuncia Vicente.
También solicitó la renta activa de reinserción (426 euros mensuales) pero al no tener una dirección para cualquier notificación, «me la retiraron a los dos meses porque, al parecer, no contesté una carta informativa que supuestamente me enviaron a mi antiguo domicilio». Y están a la espera de que les concedan la prestación por la Ley de Dependencia.
La única solución que les proponen es para ellos «inaceptable». Solo les ofrecen un albergue (que divide a hombres y mujeres) pero Betsabeth recuerda que necesita la ayuda de su marido para todo. «No me he casado para que estemos separados», añade Vicente, que ha trabajado como electricista, pintor, limpiador y desinfectando locales.
Precisamente, un empleo es lo que pide el matrimonio. «Necesitamos un trabajo y una casa, lo que pasa es que para entrar en un piso te piden un aval de unos 2.000 euros», apunta el valenciano, que cada día rastrea los contenedores en busca de chatarra.
Un grupo de valencianos ha decidido abrir un número de cuenta para quien quiera hacer una donación (Banco de Valencia: 0093 0306 0510 1058 1117). La pareja se siente muy agradecida a ellos y a los vecinos de la zona que les brindan su ayuda, llevándoles comida y ropa.
«Además, hay un profesor de la Politécnica que nos regaló la tienda de campaña que tenemos ahora porque la anterior se nos resquebrajó enseguida», afirma Vicente. Tampoco olvidan a la persona que les dio un hornillo, en el que Vicente prepara a su mujer macarrones, pollo en salsa o puré de patatas. «Tiene que alimentarse mejor que nunca por el bien del bebé», comenta mientras le sonríe.
En estos dos años y medio nunca han aceptado dinero pero con la llegada del pequeño «cogemos algunos euros que de vez en cuando nos ofrece alguien». El 27 de marzo, Vicente hizo una excepción con los cinco euros que tenía y en lugar de gastárselos en comida, «fui a un chino y le compré dos plantas (que lucen en el césped) a mi mujer por nuestro segundo aniversario de boda», cuenta con una sonrisa.
Ahora la Policía Local les ha advertido de que tendrán que abandonar su pequeño rincón entre el 18 y el 22 de abril por la final de la Copa del Rey de fútbol. «No quieren que se vea la imagen de una discapacitada en la calle pero lo que deberían hacer es arreglarlo, no ocultarlo», reflexiona la futura mamá.
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