viernes, 7 de octubre de 2011

Diversidad funcional y crisis: Un silencioso clamor descompensado dispuesto a salir a la calle

SALUD - SALUD

JUEVES, 06 DE OCTUBRE DE 2011






(Un artículo de Mª Ángeles Sierra para inSurGente).-

15 de octubre: Que nada ni nadie ahogue nuestra verdad. Podemos y debemos hacer acto de presencia en la calle.


La libertad no consiste en tener un buen amo, sino en no tenerlo.
(Cicerón)


En situaciones normales, ajenas ala actual crisis económica, el drama que sufrimos las personas con diversidad funcional (discapacidad) es con mucho muy superior al del resto de la población estandarizada- por decirlo de alguna manera-, debido fundamentalmente a la falta de voluntad política y social para compensar de una forma individual y rigurosa el terrible agravio económico comparativo que tenemos que soportar para hacer frente al coste de servicios, mecanismos y herramientas que supone alcanzar nuestra igualdad de oportunidad es para llegar al mismo nivel del punto de arranque que el resto de la población. Algo que más que un derecho “nuestro”, debería ser entendido como un deber inexcusable tanto político, como económico y social. Y digo esto, porque estamos hablando de una realidad, que tanto de forma directa como indirecta, nos afecta a todos y cada uno de los ciudadanos y no podemos consentir una exclusión ni individual ni colectiva por mor de un sistema social primero mal entendido y finalmente mal hecho y despiadado.
Durante muchos años hemos sido testigos directos de la promulgación de infinidad de leyes internacionales, nacionales y autonómicas, normativas europeas, decretos, ordenanzas, programas y planes o celebraciones de costosísimos congresos y otro tipo de eventos, que si en algo nos ha hecho avanzar, ha sido en llegar los primeros, ahora en plena crisis, en ser de los colectivos más azotados por la injusticia capitalista neoliberal y devoradora que estamos viviendo.
Todo ese supuesto bien intencionado papel mojado -de cuya buena intencionalidad, personalmente siempre he dudado muy mucho-, nos ha llevado al punto en que hoy estamos.
La tasa de desempleo de las personas con discapacidad está cinco puntos por encima de la media, eso sin profundizar en que un alto nivel del empleo de las personas con discapacidad en este país es un empleo al más puro estilo tanto esclavizante desde el punto de vista pedagógico, como esclavizado, desde un punto de vista práctico, que apenas si da para que sean sólo unos pocos los que pueden llevar una vida normal y escogida de forma libre e independiente.
Pero no nos engañemos, esto no implica que el altísimo número de personas con discapacidad que no encuentra un trabajo reciba fondo social alguno. Lo reciben, sí, pero en cantidades miserables (345 euros mensuales), en la mayoría de las veces y en muy pocos casos, ya que para alcanzar el derecho a esta mísera prestación antes tienen que cumplirse una serie de rigurosos requisitos, derivados de esas mismas leyes y de las políticas del recorte que desde hace ya mucho tiempo, se nos vienen aplicando. Lo que finalmente nos lleva a que sin la posibilidad de alcanzar una autonomía económica, lejos de la tan cacareada inclusión propagandística, se nos excluye como ciudadanos.
En el área de educación no estamos mejor, por mucho que algunos se empeñen en vendernos lo contrario, y si no, que se escuche el que desde hace años viene siendo el clamor de miles de madres y padres porque no están dispuestos a que sus hijos por falta de dotaciones económicas y recursos humanos sean segregados, entre otras muchas razones éticas y humanas, porque de esa segregación se acabará enquistando un déficit de educación y formación de las que con el tiempo serán “culpados” y por tanto excluidos socialmente, siendo entendidos de un lado como carga social insostenible y de otro como ciudadanos improductivos en el mundo del trabajo.
Y por último -y para no extenderme demasiado, aunque la problemática da para mucho más-, los recortes en salud y en dependencia, al ser uno de los colectivos con mayor número de usuarios, ni qué decir tiene que volverá a situarnos socialmente en el mismo nivel del que veníamos, el de ser un grupo de ciudadanos ajenos, desconocidos, estigmatizados, invisibilizados y po rtanto, sistemáticamente discriminados, al abrigo del paradigma del modelo médico rehabilitador del que con mucho sacrificio y desde hace muchos años, las personas con diversidad funcional nos venimos alejando, para dar paso al nuevo modelo social de vida independiente, actualmente secuestrado .
De esta realidad, que se irá sin lugar a dudas con la actual crisis acrecentando y de la que ya podemos dar buena fe con datos de recortes de centros, atención en educación a la inclusión, prestaciones económicas que no llegan, sistemática negativa a tomarse en serio la necesidad, la productividad económica y el ahorro que implicaría la aplicación de la demandada e ignorada asistencia personal, etc., hay sin duda dos grandes responsables que, como siempre y frente a su responsabilidad, miran para otro lado.
Por línea directa esos que durante décadas han ido recabando fondos y prebendas a cambio de ser nuestros interlocutores válidos transformándose más bien en clase dominante, silenciadora e invisibilizadora de nuestros colectivos bajo el paraguas de ONGs; y aquellos otros que como tal les constituyeron, para quitarnos como fuerza demandante del medio a la par que se sirvieron de su falso visto bueno y sus aplausos y que no podían ser otros que quienes optan por llamarse, tras imponernos unas marcadas y segregacionistas reglas de juego democrático, nuestros máximos representantes: nuestros políticos con responsabilidad y representatividad en tanto en cuanto son los responsables del control, la productividad, la eficiencia y la gestión de nuestro erario, como indiscutible posesión del Estado encaminada a proteger y desarrollar la mejora de calidad devida de la ciudanía y que sin temblarles el pulso han ido dilapidando.
A ambos, representantes directos y políticos, si es que en este país aún se puede decir algo, deberíamos y cuanto antes exigirles responsabilidades. No debemos consentir y tampoco comprender, tras habernos demostrado su pésima “buena voluntad” y su peor hacer, porque de ser así, estaremos nosotros dando también el visto bueno a ser entendidos como una especie de pseudo-ciudadanos, con lo que nos acabaremos autodiscriminando.
Es hora ya de tirarse a la calle de manera inclusiva con el resto de la población, si de verdad nos autoproclamamos parte de ella porque nuestros problemas son los mismos, con una única salvedad, que dadas nuestras circunstancias, en nosotros se acrecientan.

INSURGENTE.ORG

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