Ella en cada momento de su vida había buscado la aprobación de los demás, los motivos para quererse a si misma y respetarse los buscaba en los otros; había anhelado que alguien la descubriera como mujer y la amase. En resumen, esa era la conclusión a la que había llegado.
Intentó revelarse y luchó, trabajó duro pero después quedó manifiesto que fue para demostrar cosas a los demás, no para si misma. Consiguió metas importantes pero la principal estaba lejana e inalcanzable.
Empezó a observarse detenidamente y se dio cuenta de que no se gustaba, desvaloraba todo cuanto hacía, detestaba su cuerpo y lo negaba, le disgustaba mirarse en el espejo, se veía incapaz de gustarle a alguien como mujer, en definitiva, no se amaba a sí misma..
Pero era como era, e intuía que la solución no vendría de ninguna operación de estética ni de ningún esfuerzo de cara al exterior. La respuesta estaba dentro de si.... y la solución. En esa dirección tenía que ir su esfuerzo, su gran y vital esfuerzo, ya que se trataba de aceptar, respetar y amar a la persona con la que tendría que convivir el resto de su vida, ella misma...
Ella misma con su metro cincuenta y nueve y su tendencia a engordar, su segundo de psicología y su amor a la Literatura; sus cuatro décadas y pico, su estrabismo y su parálisis cerebral.
Nadie le hizo ver, cuando pequeña, si hacía algo bien, si estaba bonita alguna vez o lo especial que era. Tampoco nadie le dijo que no importaba caerse o equivocarse, sino andar el camino, nadie le hizo ver nunca que la belleza y el amor van de dentro a fuera, y no al revés, y que cada persona es única e igual al mismo tiempo. Nadie le enseñó la importancia de conocerse, aceptarse y amarse a uno mismo para ser feliz y poder conocer, aceptar y amar a los demás. Eso sí, más de una vez oyó decir a su alrededor que ella era una pena muy grande para sus padres, una gran desgracia que les había caído.
Y así fue sumando años, inseguridad, miedo al futuro, desaprobación hacia si misma, complejos; sentimientos de incompetencia, impotencia y fatalismo.
Su gran meta representaba conocer su cuerpo, amarlo, respetarlo y mimarlo. Aceptar sus limitaciones, valorarlas en su justa medida y ponerlas en su contexto. Conocer, potenciar y valorar sus capacidades, usándolas como instrumento para llegar a sentirse completa y construir el futuro. Reconocerse única, especial e irrepetible. Saber conocer y comprender sus sentimientos. Conocer y comprender sus necesidades. Afrontar sus deberes, pero también sus derechos.
No era un camino fácil y rápido, tenía que aprender a amar cada centímetro de su persona y también a perdonarse. Ser capaz de sentirse una mujer valiosa y completa. Quererse y aceptarse como era, porque era única, inteligente, bella y digna de respeto.
La meta era ser una persona, ser una Mujer.
Trini Recio
1 comentario:
Precioso y duro como la vida misma que a muchas mujeres con diversidad funcional nos toca vivir.
Sencillo, conmovedor,convincente y reflexivo. Una de nuestras voces en estado puro con un único contaminante: LA FIEL Y DEMOSTRADA DEFENSA DE LA DIGNIDAD
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